Tuesday, May 30, 2006


El cura

Acaba de pasar la masacre en los cerros y montañas de Apaneca y de Sonsonate. En Atiquizaya se vivía en cierta tranquilidad. Los muertos no fueron muchos por la zona. En el pueblo no hubo uno que hubiera puesto intranquila a la población. Los feligreses iban a misa y el cura podía decir sus misas sin sobresalto y con la seguridad de que no iba a tener problemas económicos: todos daban sus limosnas con gozo y alegría.

Atiquizaya, pueblo en la ruta a Guatemala, nunca había estado tan tranquilo. La gente comentaba con un poco de temor los sucesos en las montañas. El ejército perseguía a los comunistas y a los indígenas, que se batían en retirada, sin oponer resistencia cuando los sacaban de sus casas para fusilarlos a la vera de los caminos. La tranquilidad del pueblo la garantizaba el ejército. Pero también él, el cura del pueblo, hacía su parte. Consolaba a todo el mundo. Rogaba para que nada malo pasara a su feligresía. Invitaba a todos a rezar y pedir por la paz en la nación, arrebatada por los comunistas venidos de otras tierras.

Josefina llegó un sábado en la tarde. Quería confesarse. El cura la invitó a pasar a la iglesia, al confesionario. Josefina se soltó a llorar inconsolablemente. Los días de angustia la estaban matando, tenía miedo y temía por su esposo. Había estado en San Salvador, invitado por un amigo que era del Partido Comunista. Eso no era pecado, pero la hacía sufrir y se lo comentó al cura.

Josefina se sintió aliviada con la confesión. Tenía que decírselo a alguien, desahogarse por la angustia de perder a su marido, que apoyaba a los comunistas; pero que lo hacía en silencio, sin que nadie se enterara en el pueblo. El cura la consoló. Le pidió que aconsejara a su marido a buscar la iglesia y confesarse. Josefina le dijo que era difícil; su marido era ateo.

Atiquizaya pasó un fin de semana tranquilo. El domingo se llenó la iglesia y en la tarde, el pueblo estuvo muy tranquilo. Ni siquiera hubo nubes en el cielo. El lunes en la mañana, el marido de Josefina salió del pueblo en busca de trabajo. No llegó a la carretera que viene de Guatemala. La Guardia lo agarró. Una patada en el estómago lo acostó. Lo levantaron de un puñetazo y lo recostaron contra un árbol. No oyó el disparo que le tiraron a su frente. Murió al instante.

El cura de Atiquizaya cobró 100 colones más ese mes, por parte del gobierno...

0 Comments:

Post a Comment

<< Home