Eugenio Sue, los Jesuitas, Da Vinci y el Opus
Hace unos meses, algunos de los que se rasgan las vestiduras por “El Código Da Vinci” se reían de los “fanáticos” que protestaban por las caricaturas ofensivas contra Mahoma. En estos días, para dejar en claro que no hay fanatismo por medio, algunos sacerdotes y obispos “sugieren” a su feligresía que no asistan a las salas de cine para ver la versión en película de ese “infame y bastardo” libro.
Independientemente de un juicio de valor que pueda hacerse sobre el libro, lo cierto es que hay otros casos en la historia de la humanidad y que no se puede decir que la polémica haya sido menor. Basta recordar el libro de Eugenio Sue, rival de Honorato de Balzac en las letras y en la competencia por ocupar el primer lugar entre los lectores de novelas de entrega. Por cierto, en esa competencia, en su momento, Eugenio Sue era el ganador indiscutible, Balzar iba a la zaga, pero con más ritmo y consistencia que mucha gente no recuerda a Sue.
Dan Brown es el escritor del momento, sin considerar su pluma. Lo es debido al calibre de su rival, el Opus Dei. Bastó involucrar a esta orden para que su libro se extendiera por todo el mundo. Pero el Opus no es la Compañía de Jesús, ni Brown es Sue, obviamente. Hay una diferencia enorme. Y no por la medida de los protagonistas, sino por las sociedades en las que se desarrolló el drama fuera del libro.
Eugenio Sue escribió en un momento en que los Jesuitas eran perseguidos. Habían sido los abanderados de la Contrarreforma, habiendo rescatado mucho de lo perdido por la Iglesia con la separación propiciada por Martín Lutero. En nuestra América fueron los que dieron con la estrategia adecuada para “conquistar y domesticar” a la población aborigen: el sincretismo. Iñigo de Loyola había fundado una orden de acuerdo a su formación militar, disciplinada y enfocada en los objetivos que el Papa les trazaba. Pero su periodo de gloria y poder (y lo que signifiquen estos términos), habían llegado a su fin. Lo único que hizo Sue es colocar una trama, personajes que se podían mover a través de todo el mundo, con una leyenda negra sobre El Judío Errante.
Hoy, Brown se enfrenta a una organización muy poderosa y de la cual no vale la pena comentar mucho (basta recordar que su fundador, al preguntarle la opinión que tenía de Hitler dijo caústicamente: "mataba comunistas"). Por su naturaleza puede pasar desapercibida, pues no solamente pertenecen a ella sacerdotes, sino todo tipo de personas, con diversas actividades que no fácilmente puede pensarse que no pertenecen a una orden. Pero, también, Brown no debe temer a las represalias directas que podría tomar dicha orden, sobre todo teniendo en cuenta que escribe en una sociedad laica, en la que las organizaciones religiosas no tienen el control directo de las políticas de represión o contención.
Tal vez la semejanza entre Brown y Sue es su calidad como escritores. Ambos son buenos escritores que escriben mal, o viceversa. Pero eso no implica que sus libros sean malos. El libro de Sue ha sobrevivido el paso de los tiempos. Hará falta ver si el libro de Brown podrá hacer lo mismo. Es probable que si, como han sobrevivido los libros de Alejandro Dumas, que pese a tener grandes errores literarios, todavía se pueden disfrutar en una tarde tranquila, con una taza de café humeante, al lado de una ventana con vista a un jardín (o a cualquier basurero, dada la calidad de vida actual de las ciudades).
El Cardenal Primado del Perú, “aconsejó” a los católicos a No ver la película “El Código Da Vinci”, días antes de su estreno en los cines locales. El Cardenal, acotemos, es miembro del Opus. Parecería que la película ha tocado temas muy dañinos para el catolicismo, a pesar de que éste ha permanecido incólume ante ataques peores, sin necesidad de un Opues Dei que lo defienda.
Si lo que Brown dice es una vil mentira, ¿Por qué preocuparse? Toda religión tiene sus verdades fundamentales y poco tienen que ver con el raciocinio, nos guste o no nos guste verlo así. Por lo que una película tendría poca influencia en un católico practicante. Nadie se ha preocupado, hasta ahora, de explicar inconsistencias históricas del fundador del Cristianismo, ni de algunas contradicciones entre lo que predicaba Pablo y las enseñanzas de Jesús. El catolicismo ha sobrevivido 20 siglos.
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