Tuesday, June 13, 2006

El Fiscal

Con el tiempo llegó a ser un político. Entró a la Asamblea Legislativa como un político de derecha, más hacia la extrema que hacia el centro. Solo un o dos periodos, en realidad no recuerdo cuanto. Ahora es un analista político, sobre todo en la época de elecciones, para apuntalar la posición de la derecha y criticar acérrimamente la posición de la izquierda.

Recuerdo cuando comenzaba su carrera como abogado, en la Fiscalía General de la República. Yo también comenzaba mi carrera como abogado, pero en la Procuraduría General de la República. De eso, hace años. Pero me dejaron buenas experiencias, en especial porque me tocó defender a muchos pobres que no podían pagar a un buen y caro abogado defensor.

En ese entonces, recuerdo muy bien, tuve que defender a un ladrón confeso que me dió más sorpresas que satisfacciones. Es que, como abogados, contabilizamos nuestros éxitos y fracasos según el resultado de nuestras gestiones y no según la justicia de los casos en el que nos involucramos judicialmente.

Este ladrón había entrado en la casa de una anciana cuando ella había salido a comprar en el mercadito de la colonia La Rábida. Ella vivía media cuadra al sur del mercadito.

Cuando ella regresaba y entraba al jardín, el ladrón salía por la puerta y con radio portátil en la mano. Al encontrarse la anciana comenzó a gritar y el ladrón a correr. Los vecinos, al oir el grito, salieron a perseguir al ladrón, que, en su intento por ocultarse, entró en un pasaje sin salida. Allí lo acorralaron los vecinos. El ladrón se entregó sin resistencia y, cuando llegó la policía, los vecinos lo tenían atado de manos y pies, para garantizar que no se iba a escapar. El ladrón lloraba de aflicción.

Como abogado defensor de oficio, me asignaron su defensa. Ya había declarado extrajudicialmente en la policía, habiéndose declarado culpable. En el tribunal, delante del juez, también reconoció su delito. La anciana y dos testigos más aseguraron que había robado el radio. Difícilmente podría sacarlo libre, solo atenuar su condena.

Y, como defensor, me veía en una situación molesta. El caso estaba perdido y en mi historial ese caso iba a contar como un fracaso. No importaba las circunstancias del caso mismo.

LLegó el día del juicio. Sabía que iba a perder el caso. El Fiscal asignado era un joven abogado brillante. Había sido el mejor graduado hacía unos cuantos años y tenía fama de ser un acusador muy inquisitivo y, dificilmente, entregaba sus casos a cualquiera. Por mi parte me preparé para mi derrota. El ladrón no había contribuido a su propia defensa.

Al entrar a la sala me sorprendió lo que dijo el juez. Habían sustituido al Fiscal, pues éste se había ganado una beca para un doctorado en leyes en otro país. El nuevo Fiscal era otro, el actual analista político del que hablé al inicio.

Bueno, sin entrar en detalles, saqué libre al ladrón. Así de simple. Y no me considero un buen abogado, sino un abogado común y corriente.
Por eso es que no creo en los análisis de este actual analista...

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