Friday, September 16, 2005

Meditando Profanamente (2)
En una de estas noches, en las que me abandonó Morfeo, me puse los audífonos de mi Sonivoxo (made China) para oír las estaciones en FM de las radios locales. Me detuve al oír la prédica de un pastor evangélico. No sé qué emisora era, pero el pastor decía: “Miren hermanos, este trajecito que llevo puesto vale $200.00 y mis zapatos casi los $100.00 ¡Pero no los he comprado yo! ¡Me los ha dado Dios! ¡Así nos trata Dios cuando andamos en sus caminos!” No me bastó más, cambié de estación y terminé oyendo la arrulladora voz de Vicente Fernández y sus “Mujeres Divinas”, con la que ya he llorado una vez. Pero lo que oí del pastor esa noche ya lo había oído de otro pastor, aunque no con las mismas palabras, pero sí con esa misma petulancia.
Casualmente, al despertar la mañana siguiente, apareció mi Biblia frente a mí, después de haber removido una pequeña montañita de libros, folletos y papeles que tengo en una bodeguita. La abrí al azar y luego busqué (porque no encontré nada que me dijera algo) en Mateo, en el capítulo 4. Tres frases de Jesús me llamaron la atención: (1) “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”; (2) “No tentarás al Señor tu Dios”; y, (3) “Apártate, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y a Él solo darás culto”.
Estas frases me hicieron reflexionar un poco. Jesús no discute con Satanás sobre la riqueza, el bienestar material o el poder. Simplemente exige que no lo tiente: No confunde el gato por la liebre. Por ser hijo de Dios podría tener todo lo que Satanás le pide que exija. Pero esto es tentar a Dios. Imagino que Jesús nunca se jactó de tener sandalias griegas, que “Dios, su padre, se las había enviado”. Tampoco podría haberle exigido a todo el mundo que se abandonara, que dejaran sus casas, sus riquezas y que lo siguieran. Solamente se lo dijo a unos cuantos, a los que querían andar en los caminos que él quería que anduvieran.
Sé que mis argumentos no son completos, ni muy estrictos en el sentido religioso. Por ello me alejo del templo, y critico profanamente estos aspectos. No me atrevería a discutir estos temas con Satanás. Él conoce mejor que el mismo Papa o el mismo Gran Rabino de Jerusalén los textos bíblicos. Y, para él, ganar una discusión teológica es como argumentar con un niño. En este sentido, Francisco de Asís, que nunca discutió sobre la riqueza o el bienestar material que Dios “le envía a los que andan en su camino”, fue un pendejo, deducción que tendría que sacar si le creo al pastor que oí esa noche.
¡Vade Retro, Satán!

Meditando Profanamente (1)
Los antiguos romanos llamaban a los judíos con el nombre de Coelicolae o “adoradores del cielo”. Joseph Klausner (1918) menciona que los hebreos, en un momento de su historia, desarrollaron el concepto de “Shejina”: la emanación de la divinidad, “pues no podemos ver el sol, sino su emanación”. Klausner también recuerda que Flavio Josefo menciona que los Esenios, en sus costumbre diarias, se cubrían con sus mantos blancos al defecar (armados de una escudilla con la que hacían un hoyo, para luego cubrir sus excrementos, con la tierra extraída de dicho hoyo), “para no afrentar la gloria del sol” o “para no limitar los pasos de la “Shejina”. Por Josefo conocemos que los Esenios comenzaban su rutina diaria con una plegaria antes del amanecer, “pues le pedían al sol que saliera”. Klausner también dice que los Esenios también reverenciaban el nombre de Moisés (Moses) “y quien lo maldijere era ajusticiado”.
Con el tiempo todo evoluciona, incluso las religiones. Es por ello que la Tradición resulta ser importante para comprender o recobrar los conocimientos que originalmente una religión conllevaba. Ahora ya no existen Esenios (los últimos murieron en la gran rebelión que culminó con la conquista romana de Masada), ni mucho menos conocemos en detalle la historia en el período en que llegó Jacob y sus hijos (su tribu) a Egipto y la salida de Moisés y el pueblo hebreo hacia el desierto del Sinaí. De esa época solo conocemos lo que nos cuenta la Biblia, escrita en tiempos de los reyes-sacerdotes Macabeos, muchos años, cientos, después de los sucesos.
Resulta interesante, por cierto, saber que las nuevas aportaciones sobre Akenatón y los descubrimientos egipcios más recientes, además de asegurarnos que introdujo el monoteísmo a su propio pueblo, lo simbolizó en el Sol, el Altísimo (a las 12:00 mediodía el Sol es el más alto), el Dios del Cielo, el Creador de la Vida… Este concepto produjo cambios sociales, cambios en el poder del imperio Egipcio, a tal grado que Akenatón fue objeto de una sublevación, dirigida por los Sacerdotes de Amón. Akenatón se vio obligado a huir con su corte y su pueblo al Sinaí, desapareciendo el rastro en las arenas ardientes de esa región.
Para esas fechas, en un rango muy variable, Moisés también huye con su pueblo del reino del Faraón. Su rastro no se pierde en las arenas del Sinaí, pues parte de su caminar ha sido descrito en la Biblia.
Entre Akenatón y los Esenios hay algo en común, el Sol. Entre Moisés y Akenatón también hay algo en común: el monoteísmo. ¿Habrá algo en común entre los Esenios, Moisés y Akenatón? No lo sé, pero por si acaso, les exhorto a rezar:
“PADRE NUESTRO, QUE ESTÁS EN LOS CIELOS, SANTIFICADO SEA TU NOMBRE…”