Vivencias diarias...
La falta de aire para respirar, el cansancio, el malestar general llevaron a mi suegra a pedirme que la llevara la Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS), hace unos días. Acompañando por mi suegro, llegamos a Emergencias del ISSS en el nuevo edificio, junto a la Juan Pablo II. Llegamos a las 6:15 p.m.
Dos horas después, luego de haber dado los datos de rigor, la atendió un médico. La envió a tomarse una radiografía, que tardó menos de quince minutos en hacérsela. Luego, esperó por una hora al mismo médico, que estaba haciendo visitas a sus enfermos dentro del hospital (al menos así lo dijo). El médico le dijo que quería tenerla en observación y que tendría que quedarse por esa noche en el hospital, para que se le hiceran algunos análisis en la madrugada siguiente.
Mientras aguardábamos en la sala de espera, equipada con tres máquinas dispensadoras de snack (malos para el corazón y el sistema digestivo), de sodas (dañinos para los riñones y no aporta nutrición al consumidor) y de café, respectivamente. Un paramédico, para su condición profesional, obsénamente gordo, viajó tres veces a las máquinas para sacar snack y sodas.
Esperamos otras horas para que, al final, se le dijera que tendría que ir al Hospital Lamatepeq porque allí, en el Hospital Central del ISSS no había camas para su ingreso. Ya eran, para ese entonces, la 1:00 a.m.
Como tendríamos que ir al Hospital y, una vez allí, iniciar los trámites de ingreso, decidimos que mejor regresara a la casa y que en la mañana siguiente, temprano, regresaría a tomarse los exámenes que le pedían.
Vale que fuimos a Emergencias, no?
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